Caminaba entre las calles de Barcelona disfrutando de una hermosa y soleada mañana de otoño. Esa ciudad vibrante, que enamora a quien la visita, en un instante mágico volteó mi mirada y me mostró aquella particular iglesia. Dudé. Y sin darme cuenta, mis pasos se dirigieron a la puerta sin comprender por qué. De repente estaba frente a una misa de medio día en la capital catalana, escuchando a un curita recitar versos en catalán. Había dejado de asistir a eucaristías desde que me gradué del bachillerato. Algunas veces lo hacía cuando la ocasión lo ameritaba, matrimonios, pascua y funerales. Sin embargo, ese día la consciencia crística se hizo visible y un re-encuentro, del que fui consciente días después, me abrazó.

Las reflexiones, el primer toque de la consciencia crística.
En ese lugar todo estaba vivo. Todo me hablaba. Era como si mi mente solo escuchara reflexiones profundas que venían de un lugar sublime. Estaba en resistencia con la iglesia. Cada vez que pasaba frente a ellas mi juicio interno se activaba. Sin embargo, ese día todo fue diferente. Me sentía como el escritor que se deleita con todo lo que ve. Solo describe, no filtra sus experiencias con etiquetas, solo observa y plasma el sentir en una percepción.
«Todos los caminos llevan al amor de Dios. Cada uno tiene colores y estructuras diferentes. No intentes juzgar cuál es mejor o peor. Abraza aquel que te de paz».
Sirey Siado, Parroquia de Saint Raimundo Peñafort – Barcelona.
Esa fue mi primera reflexión, el primer toque crístico que recibí ese día. Cuando mi mente intentó resistir la presencia de ese lugar, esta consciencia simplemente le entregó libertad. Le susurró al oído diciéndole «puedes elegir el camino que quieras, llegarás de todas formas a Dios. Eres libre. No te juzgo». Y una vez la mente se sintió liberada de todo juicio pudo observar un poco más.
«Cuando estás cada vez mayor tu mirada se dirige hacia lo que le da paz. Ya no esperas. Estás. Y en esa presencia te encuentras conmigo, es decir contigo mismo, con quién realmente eres».
Sirey Siado, Parroquia de Saint Raimundo Peñafort – Barcelona.
Quienes asistían a la misa en un 95% eran adultos mayores, pensionados seguramente que entre sus más livianas agendas se regalaban una hora al día para orar. Este toque crístico con un campanada me llevó al silencio. «Cuando eres mayor comprendes lo prioritario, lo que da paz». Ellos estaban ahí unidos en la fe. Entregados a un momento que ahora como lo era para mí. «producir» era para ellos alimentar su alma.
La fe de quien «no tenía nada».

Súbitamente en ese estado de empatía celeste con todo lo que me rodeaba, miré hacia la izquierda y aquel hombre de fe apareció. Un inmigrante latino, sugirieron sus características físicas. Se dirigió al Cristo, se arrodilló en un estado de júbilo y fe, y con su mirada elevada abrazando sus pies, se entregó en oración. No oraba desde el sufrimiento, lo hacía con complacencia, con alegría, con amor. Y cuando creí haber comprendido la razón por la que mi instinto me había hecho mirarlo, el hombre sacó, de una pequeñita bolsa negra de plástico, 4 paquetitos kleenex. Lo miré embelesada, sorprendida, atónita. Tomó los 4 paquetitos y los puso a los pies del Cristo para que bendijera lo que sería, seguramente, la fuente de ingresos de aquel día. Entonces me fui en llanto. Aquel hombre que «no tenía nada», lo tenía todo. Tenía toda la fe, toda la humildad, todo el amor en lo divino. Su fuente de trabajo, 4 paquetes kleenex estaban siendo su ofrenda, su pedido. Mis lágrimas corrían porque ahora comprendía que hay quienes «no tienen nada» y en realidad lo tienen todo. Tienen amor. Tienen fe. Y se rinden a ella.
Mi cuerpo vibraba de emoción. Sentí que el Cristo, esa consciencia de perdón, ese vinculo invisible con el amor, con lo real, con lo divino, me tomaba y me llenaba.
¿Qué significaba esa Consciencia Crística?
No se trataba de un cuerpo, se trataba de una consciencia, de un vinculo eterno de amor. La consciencia crística me estaba despertando. El cuerpo, los dogmas, los «deber ser» no estaban en esa consciencia, esa consciencia no estaba separada de mí, ni de ti, no era un ser externo, era yo mismo, esa consciencia no tenía nombre, simplemente era. No significaba entonces que alguien diferente a mí me había abrazado, era mi consciencia en el estado mas puro de amor que había despertado.

Jesus, un maestro que llegó al mundo a recordarnos esa consciencia crística, ahora se hacía visible nuevamente. Esa consciencia es visible en quienes despiertan, así lo señaló Buda cuando se iluminó y le preguntaron su nombre: Buda=Despierto. Él estaba despierto. Comprendió que toda separación era ilusión. Esa consciencia era el amor puro y eterno.
No pretendo con este articulo separarnos nuevamente en religiones, ni en creencias, ¡No!. Mas bien nos invito al sentir de una consciencia eterna de perdón, una consciencia unida, no separada, una consciencia que ya vive en nosotros. Una consciencia que experimentó aquel indígena, aquel judío cuando vio a su hijo nacer, una consciencia de amor. Una consciencia que nos lleva a comprender que todo esto no es más que ilusión.
Lo hemos llamado consciencia crística porque nos la trajo un alma que eras tú mismo en un estado elevado de comprensión hace 2000 años y a quien desde nuestra ilusión de separación llamamos Cristo.
La paz, el estado eterno de la consciencia crística

Hacía tanto tiempo que no estrechaba mis manos de manera consciente en símbolo de paz, que cuando estreché las manos de todos aquellos «extraños» mi corazón se expandió y se inundó de amor.
A los pocos minutos todo era una gran sinfonía y mi alma bailaba en ella. Se elevó la hostia sobre el altar y caminé sin titubeo alguno hacia la fila experimentando la misma emoción, que a mis 9 años sentí, cuando tomé mi primera comunión. Era un recordar, un momento con mi niña interior, con mis padres que en profunda fe me llevaron al camino del amor. Tomé la hostia y mis lágrimas volvieron a escurrirse ahora en un «SI», sin etiquetas, ni juicios. Estaba en comunión. Comunión con el amor.
Navidad en Barcelona, mi compartir crístico.
He decidido volver en Navidad a la casa de Gaudí, a Barcelona. Aunque esta vez sea con un propósito de compartir, bendecir, elevar y conectar a quienes lo elijan, su consciencia Crística y lo que ello signifique.

Barcelona me re-conectó con la consciencia crística, mas allá de cualquier dogma religioso. Barcelona me llevó a Cristo, al amor, al curso de milagros, a trascender la ilusión de la separación. Navidad es simbólicamente el momento en que nace quién traería esta consciencia al planeta y en símbolo de gratitud, por lo vivido en esta ciudad, he decidido compartir un ritual de bendiciones para todos aquellos que conectados a la frecuencia del amor, deseen recordar y re-conectar con su propia consciencia crística.
Para todos aquellos que estén en Barcelona, los espero el 13 de Diciembre de 2019 a las 7 pm en Yoganet, Carrer de Sardenya, 202, 08013 Barcelona, España, para disfrutar del Ritual de Bendiciones: La magia de la navidad que estaré dirigiendo en este lugar. Para más información consulta el evento en Facebook.
Y si de paso te antoja entrar en un espacio de reflexión antes de que se acabe el año en esta ciudad, te invito a ir al parque del Laberinto de la Horta y entrar al laberinto siguiendo mis recomendaciones del artículo pasado: «Lo que todo el mundo debería saber antes de entrar a un laberinto».